miércoles, 12 de febrero de 2014

A vuelta de pàgina...

SOBRE NUECES AMARGAS, Y CÁSCARAS RUIDOSAS

Creo que lo que uno intenta decir a través de un libro es, fundamentalmente, lo que le pasa. Sé que parece generalizado e incluso erróneo, pero el que escribe una novela, y al hacerlo, se mete en los personajes, se conmueve, los perfecciona, porque lógicamente hay una trama que mantener con cierto dinamismo, que haga de eso una forma de comunicación hábil.
 Se tiene que notar que sufren, se alegran, se enojan, en torno a  un contexto llamado trama.
 ¿Y cómo puede alguien escribir sobre estas cosas sin antes indagar sobre la propia experiencia como ser humano?
Yendo a un ejemplo extremadamente distinto, podríamos  decir en ese caso, que en los libros de matemáticas, nada de eso sucede.
Claro que no.
Pero en ese caso y en miles similares, se trata de transcripciones en las que los caracteres cumplen un rol directamente técnico.
Pero tomemos  mejor el ejemplo del libro, que viene directamente del autor.
Si es un matemático observaremos que en ese juego de planteos, problemas, soluciones, tuvo que poner además del talento, la pasión por resolver tantas cosas complejas, y si bien su comunicación es bastante indirecta, nos muestra claramente su deseo de acompañar en el aprendizaje, a aquel que lo lee para cultivar su conocimiento, como también en su rol de benefactor, en el aspecto social, educativo, y por supuesto con la noble idea de aportar de sí, para ampliar y mejorar el funcionamiento del el engranaje de esa compleja maquinaria gigante en la que tanto se nutren otras ciencias.
El hecho de que lo escrito haya tenido que pasar por un proceso de elaboración para luego trasmitirlo, requiere, mas allá de la temática que se desarrolla, un ejercicio intelectual de descripción, elaboración, complejidad, observación, comparación, etc…
La manera mas ilustrativa, sin dudas, es  con una carta.
Saludo formal…(Protocolo), con el deseo de hacerle llegar las siguientes inquietudes…(Motivo),etc, luego del pechazo, se agrega el saludo final en concordancia a los modales que se vienen usando en el desarrollo anterior.
Claro está que el lenguaje afectivo en un caso así, es más estricto y limitado. No hay lugar para el trato informal.
Pero hay ciertos malabares entre lo formal y lo informal que valen la pena tener en cuenta cuando el fin es comunicar hacia la sociedad, pero buscando llegar a la parte afectiva del lector.
Un ejemplo de esto, el más básico tal vez  suele ser el modo que acostumbran los autores de libros de autoayuda, en donde todo parece transcurrir en primera y segunda persona. Tú puedes, como propuesta, y yo puedo como ejercicio.
El escritor desde el comienzo busca conquistar al lector, con una desesperada inclinación en su interés hacia un objetivo, el mercado, aunque de modo indirecto, valiéndose de un refinado disimulo, mientras muestra un interés “directo” en el bienestar del lector, a cambio de un bombardeo de frases optimistas, y adulando sobre la parte débil del mismo, con promesas de cambio casi espontáneas, e incluso mágicas.
Esta realidad, o fenómeno sucede como parte de una cultura del facilismo. 
 Solo me resta decir, que en este blog, lo que sigue, no puedo comentarlo por ahora.Porque sigue, pero al dorso.